quarta-feira, 25 de dezembro de 2013

La ciudad divina

 
 
 

René Guenon

Hemos hablado ya en varias oportunidades sobre el simbolismo de la "Ciudad divina" ( Brahma-Pura en la tradición hindú )1: sabido es que lo así designado propiamente es el centro del ser, representado por el corazón, que por lo demás le corresponde efectivamente en el organismo corpóreo, y que ese centro es la residencia de Púrusha, identificado con el Principio divino ( Brahma ) en cuanto éste es el "ordenador interno" ( ántar-yâmî ) que rige el conjunto de las facultades de ese ser por la actividad "no-actuante" que es consecuencia inmediata de su sola presencia. El nombre Purusha es interpretado por esta razón como puri-çaya, es decir 'el que reside o reposa ( çaya ) en el ser como en una ciudad ( pura )'; esta interpretación pertenece evidentemente al Nirukta ( disciplina de exégesis simbólica ), pero A. K. Coomaraswamy ha hecho notar que, aunque no sea así en la mayoría de los casos, en éste podría representar a la vez una verdadera derivación etimológica2 y este punto, a causa de todas las conexiones que permite establecer, merece que nos detengamos en él con algo más de espacio.
Ante todo, es de notar que el griego pólis y el latín civitas, que designan la 'ciudad', corresponden respectivamente, por sus raíces, a los dos elementos de que está formada la palabra purusha, aunque, en razón de ciertos cambios fonéticos de una lengua a otra, esto pueda no evidenciarse a primera vista. En efecto, la raíz sánscrita pr- o pur- corresponde en las lenguas europeas a pel-3, de modo que pura y pólis son estrictamente equivalentes; esta raíz expresa, desde el punto de vista cualitativo, la idea de 'plenitud' ( sánscrito puru y pûrna, griego pléos, latín plenus, inglés full ), y, desde el punto de vista cuantitativo, la de 'pluralidad' ( griego polys, latín plus, alemán viel ). Una ciudad no existe, evidentemente, sino por la reunión de una pluralidad de individuos que la habitan y constituyen su "población" ( la palabra populus es del mismo origen ), lo que podría ya justificar, para designarla, el empleo de términos como aquellos de que se trata; pero no es éste, empero, sino el aspecto más exterior, y lo más importante, cuando se quiere ir al fondo de las cosas, es la consideración de la idea de plenitud. A este respecto, sabido es que lo pleno y lo vacío, considerados como correlativos, son una de las representaciones simbólicas tradicionales del complementarismo del principio activo y el pasivo; en el caso presente, puede decirse que Púrusha llena por su presencia la "Ciudad divina" con todas sus extensiones y dependencias, es decir, la integralidad del ser, que sin esa presencia no sería sino un campo ( kshetra ) vacío, o, en otros términos, una pura potencialidad desprovista de toda existencia actualizada. También Púrusha, según los textos upaníshádicos, esclarece "ese todo" ( sárvam ídam ) por su irradiación, imagen de su actividad "no-actuante" por la cual toda manifestacíón se realiza, según la "medida" misma determinada por la extensión efectiva de esa irradiación4, tal como, en el simbolismo apocalíptico de la tradición cristiana, la "Jerusalén Celeste" está íntegramente iluminada por la luz del Cordero que reposa en su centro "como inmolado", o sea en un estado de "no-actuante"5. Podernos agregar aún a este respecto que la inmolación del Cordero "desde el comienzo del mundo" es en realidad la misma cosa que el sacrificio védico de Púrusha, por el cual éste se divide en apariencia, en el origen de la manifestacion, para residir a la vez en todos los seres y en todos los mundos6, de modo que, si bien siendo siempre esencialmente uno y conteniéndolo todo principialmente en su unidad misma, aparece exteriormente como múltiple, lo que corresponde además exactamente a las dos ideas de plenitud y pluralidad a que nos referíamos poco antes; y también por eso se dice que "hay en el mundo dos Púrusha, el uno destructible y el otro indestructible: el primero está repartido entre todos los seres; el segundo es el inmutable"7.
Por otra parte, el latín civitas deriva de una raíz kei- que, en las lenguas occidentales, equivale a la raíz sánscrita çî- ( de donde çaya ); su sentido preciso es el de 'reposo' ( griego kéisthai, 'estar tendido', 'yacer' ), del cual el de 'residencia' o de morada estable, como lo son las de una ciudad, no es en suma sino una consecuencia directa. Púrusha que reposa en la "Ciudad divina" puede decirse el único "ciudadano" ( civis ) de ella8, puesto que la multitud de habitantes que la "pueblan" no existe verdaderamente sino para él, siendo producida íntegramente por su propia luz y animada por su propio hálito ( prana ), donde, por lo demás, rayos luminosos y hálito vital no son, de hecho, sino dos aspectos del sûtrâtmâ. Si se considera la "Ciudad divina" ( o "el Reino de Dios" que "está en nosotros" según las palabras evangélicas ) en su acepción más estricta, como únicamente el centro mismo del ser, va de suyo que solo Púrusha reside allí en realidad; pero la extensión de dicho término al ser total, con todas sus facultades y todos sus elementos constitutivos, es igualmente legítima por las razones que acabamos de explicar, y no introduce cambio alguno a este respecto, ya que todo eso depende enteramente de Púrusha y recibe de él hasta la existencia misma. Las funciones vitales y las facultades del ser se comparan a menudo, en su relación con Púrusha, con los súbditos o los servidores de un rey, y hay entre ellas una jerarquía similar a la de las diversas castas en la sociedad humana9; el palacio donde reside el rey y desde donde dirige todo es el centro o el corazón de la ciudad10; su parte esencial, de la cual todo el resto no constituye sino como prolongaciones o "extensiones" ( sentido que está contenido también en la raíz kei- ); pero, por supuesto, los súbditos no están nunca con respecto al rey en un estado de dependencia absoluta como aquel de que tratamos, porque, si bien la función real es única en la ciudad y la situación del "gobernante" es esencialmente distinta de la de los "gobernados"11, el rey mismo es con todo un ser humano al igual que sus súbditos, y no un principio de otro orden. Otra imagen, más exacta, está dada por el juego de títeres, ya que éstos no están animados sino por la voluntad de un hombre que los hace mover a su arbitrio ( y el hilo por medio del cual los mueve es, naturalmente, otro símbolo del sûtrâtmâ ); y a este respecto se encuentra un "mito" particularmente notable en el Kathâ-Sárit-Sàgara12. Se trata allí de una ciudad enteramente poblada de autómatas de madera, que se comportan en todo como seres vivos, salvo que les falta la palabra; en el centro hay un palacio donde reside un hombre que es la "única consciencia" ( ékakam chétanam ) de la ciudad y la causa de todos los movimientos de esos autómatas, fabricados por él mismo; y cabe notar que ese hombre es carpintero, lo que lo asimila a Viçvakarma, es decir, al Principio divino en cuanto constructor y ordenador del Universo13.
Esta última observación nos lleva a precisar que el simbolismo de la "Ciudad divina" admite una aplicación "macrocósmica" tanto como una "microcósmica", aunque en todo lo que precede hayamos considerado casi exclusivamente esta última; inclusive podría hablarse de diversas aplicaciones "macrocósmicas" a diversos niveles, según se trate de un mundo particular, es decir, de un determinado estado de existencia ( y a este caso se refiere propiamente el simbolismo de la "Jerusalén Celeste" antes recordado ) o del conjunto de la manifestación universal. En todos los casos, ya se considere el centro de un mundo, ya el centro de todos los mundos, hay en ese centro un Principio divino ( el Púrusha residente en el Sol, o Spiritus Mundi de las tradiciones occidentales ) que desempeña, para todo lo manifestado en el dominio correspondiente, la misma función de "ordenador interno" que el Púrusha residente en el corazón de cada ser para todo lo incluido en las posibilidades de éste. Entonces, basta transponer, sin otra modificación, para aplicarlo a la multitud de los seres manifestados, lo que en la aplicación "microcósmica" se dice de las diferentes facultades de un ser en particular; el simbolismo del sol como "Corazón del Mundo"14 explica, por lo demás, por qué el sûtrâtrnâ que une a cada ser con el Púrusha central está representado por el "rayo solar" llamado sushumna15. Las diversas representaciones del sûtrâtrnâ muestran también que la división aparente de Púrusha, en el orden "macrocósmico" como en el "microcósmico", no debe concebirse como una fragmentación, que estaría en contradicción con su unidad esencial, sino como una "extensión" comparable a la de los rayos a partir del centro; y a la vez, como el sûtrâtrnâ está asimilado a un hilo ( sútra ) por su designación misma, ese simbolismo está también en relación estrecha con el del tejido16.
Nos falta aún indicar brevemente un punto: para ser legítima y válida desde el punto de vista tradicional, es decir, en suma, para ser verdaderamente "normal", la constitución y la organización de toda ciudad o sociedad humana debe tomar como modelo, en la medida de lo posible, la "Ciudad divina"; decimos en la medida de lo posible, porque, en las condiciones actuales de nuestro mundo por lo menos, la imitación de ese modelo ( que es propiamente un "arquetipo" ) será siempre y forzosamente imperfecta, como lo muestra lo que habíamos dicho antes acerca de la comparación del Púrusha con un rey; pero, como quiera que fuere, solo en la medida en que esa imitación se realice se estará estrictamente en derecho de hablar de "civilización". Es decir con bastante claridad que todo cuanto así se denomina en el mundo moderno, y de lo cual se pretende incluso hacer "la civilización" por excelencia, no podría ser sino una caricatura y, a menudo, en muchos respectos, hasta lo contrario de la civilización; no solo una civilización antitradicional como ésa no merece en realidad tal nombre, sino que además, en realidad, es en estricto rigor la antítesis de la civilización verdadera.



NOTAS




1. Ver L'Homme et son devenir selon te Vêdânta, cap. III; cf. además nuestros estudios sobre "Le grain de sénevé" y "L'Éther dans le coeur" ( aquí, respectivamente, cap. LXXIII: "El grano de mostaza", y LXXIV: "EL ÉTER EN EL CORAZÓN" )
2. "What is civilization?" ( Albert Schweitzer Festschrift ); tomamos de este estudio parte de las consideraciones que siguen, particularmente en lo que concierne al punto de vista lingüístico
3. Sabido es que los sonidos r y l están fonéticarnente muy próximos entre sí y cambian fácilmente uno en otro
4. Ver Le Règne de la quantité et les signes des temps, cap. III
5. Recordaremos además que la manifestación de la Shejináh o "Presencia divina" se representa siempre como una luz
6. Ver "Rassembler ce qui est épars" ( aquí, cap. XLVI: "Reunir lo disperso" )
7. Bhágavad-Gitâ, XV, 16; según la continuación de este texto, Purushóttama, que es idéntico a Paramâtmâ, está más allá de estos dos aspectos, pues es el Principio supremo, trascendente con respecto a toda manifestación: no está "en el mundo", sino que, al contrario, todos los mundos están en Él.
8. La expresión griega equivalente, mónos polítês, ha sido aplicada a Dios por Filon
9. Este punto de vista ha sido particularmente desarrollado por Platón en La República(external link)
10. En el origen, este palacio era al mismo tiempo un templo; tal doble carácter se encuentra también a veces en las épocas "históricas", y recordaremos en particular aquí el ejemplo del Ming-Tang en China ( ver La Grande Triade, cap. XVI )
11. En su mutua relación, el "gobernante" es "en acto" y los "gobernados" son "en potencia" según el lenguaje aristotélico y escolástico; por eso, en la concepción tradicional, el rey y su reino están entre sí en la relación de principio activo y principio pasivo respectivamente; pero, en cambio, el rey, en cuanto ejerce el poder temporal, se hace a la vez principio pasivo con respecto a la autoridad espiritual ( cf. A. K. Coomaraswamy, Spiritual Authority and Temporal Power in the Theory ol Indian Government )
12. Cf. A. K. Coomaraswamy, "'Spiritual Paternity' and the 'Puppet Complex'", en Psychiatry, número de agosto de 1945
13. Ver "Maçons et Charpentiers", en É. T., diciembre de 1946
14. Está claro que no se trata de "ese sol que ven todos los hombres", sino del sol espiritual, "que pocos conocen por el intelecto" ( Atharva-Veda, X, 8, 14 ) y que se representa como inmutablemente en el cenit
15. Cf. L'Homme et son devenir selon le Vêdânta, cap. XX; ese "rayo solar" es también la misma cosa que la "cuerda de oro" de que habla Platón
16. Ver Le Symbolisme de la Croix, cap. XIV: recordaremos más particularmente aquí el simbolismo de la araña en el centro de su tela, imagen del sol, cuyos rayos, que son emanaciones o "extensiones" de él mismo ( como la tela de la araña está formada de su propia sustancia ) constituye en cierto modo el "tejido" del mundo, al cual actualizan a medida que se extienden en todas las direcciones a partir de su fuente



Última modificação em 22 de Janeiro de 2012 23:23:06 UTC

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